Y es que Chris y Bibi, la parejita de amigos que me han traído a este viaje americano, les gusta el mundillo del arte. Aquí estoy en esta galería. La verdad sea dicha: no vi ninguna obra por la que hubiera pagado más que por mí mismo. Además, mirad qué agilidad: soy capaz de tocarme la punta de los pies con la barbilla. Ahí queda eso.
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