
Jamás se me ocurriría jugar al fútbol en La Paz. Ni subir unas escaleras corriendo, ni perseguir a un autobús, ni… bueno eso sí, hay cosas que se pueden seguir haciendo a 3.600 metros. Con los indígenas quechuas y aymaras –vayas vestidos llevan- he descubierto que también los humanos pueden ser bastante peculiares.
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