Los paisajes que rodean el salar son increíbles, y pude ver lagos en los que el agua tiene diferentes colores dependiendo del mineral (hierro, azufre, etc) sobre el que se asiente el lago.
Nunca supe por qué me colocaron ahí. ¿Qué se pensaban que los cactus sólo les pinchan a ellos? ¡Los muñecos también tenemos sensibilidad! Continuamos en el Salar de Uyuni. Todo lo que rodeaba esta isla de cactus y rocas es un inmenso mar de sal. Yo, mientras me pinchaba el culo, pensaba en Maradona: ¿Qué habría hecho el astro argentino si en sus tiempos golfos hubiera visitado en salar? Lo mismo se habría arrastrado y habría construido, esnifa que te esnifaré, una pequeño camino desierto de sal.
¡Qué pachorra! Estoy en el mejor sitio del mundo para un muñeco tan salado como yo, el Salar de Uyuni, al sur de Bolivia. Compartí expedición con Troy, un canadiense aficionado al buen whisky, con Javichu, el chico de Alcalá de Henares que conocimos en Usuhaia, y que no ha dejado de ser mi amigo desde entonces, y con una pareja de holandeses que frisaban los 60.
¿Y este pico? Es nada menos que el Fitz Roy, una de las montañas míticas de los Andes. Si es verdad que el viento vuelve loca a la gente, los habitantes de el Chanten, el pueblecito en el que dormimos, no deben de estar muy cuerdos. Un día antes estuvimos haciendo dedo por la mítica ruta 40, que corre paralela a los Andes durante miles de kilómetros.
Otro gran día. Estoy en el Perito Moreno, el glaciar más conocido y visitado del mundo. Está cerca de Calafate, un pueblo situado en la Patagonia argentina. A veces se desprenden grandes trozos de hielo (por cierto, que tiene una tonalidad azulada) y caen al agua. Pensaba que el ruido que hacen es parecido al de las ballenas...
Soy el bisnieto del que salía junto a su inseparable amigo Blas en Barrio Sésamo. De mi bisabuelo recuerdo su candidez, aquel peinado tan surrealista, su estridente risa y esa voz susurrante. Nadie como él.
Seguro que muchos pensáis que los muñecos sólo respondemos a estímulos tipo José Luis Moreno (odio a ese tipo). Pero no: ¿no recordáis al abuelo de Fraguel Rock? ¿Y al gnomo de Amelie? Somos mucho más autónomos de lo que podáis pensar. Este blog es una buena muestra de ello. Mi bisabuelo cruzó fronteras: En los países anglosajones le conocían por Ernie y en Latinoamérica como Enrique. Así que un día pensé: ¿Por qué no yo? ¿Por qué no emular a todos ellos?
La historia es más o menos así: Me regalaron para ser la compañía de dos gatos, luego un humano me robó de la casa de los gatos, me colocó en una torreta llena de píldoras y cuando me di cuenta estábamos viajando hacia Asia para dar la vuelta al mundo. El resto está en imágenes.